“Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro” (Albert Einstein)
Opinión | @Pitsux.- Partiendo de la base de que el fútbol, sobre todo en categoría modestas, es un deporte me aventuro a decir que el derbi de este fin de semana debería de ser solo eso, fútbol. Una fiesta de todos los amantes jiennenses de este deporte coronado con un duelo – casi puesto a propósito para servir de regalo de Navidad – entre los dos clubs con más solera y tradición de nuestra provincia.
Nunca será del todo así. Porque como buen derbi o clásico, o como se le quiera ahora llamar, lleva implícitas muchas condicionantes. Una de ellas es la fuerte rivalidad de carácter político entre estas dos ciudades. Otro condicionante es nuestra idiosincrasia típica jiennense, esa mala sangre que nos invita a rivalizar en lugar de a confraternizar. La desunión por bandera y la mala baba como arma arrojadiza que no hace más que sumar bombas a territorio ya muy minado.
Como era de esperar este panorama no iba a cambiar este año, el del regreso de este verdadero partidazo cargado de pasión. Es más, diría que se esperaba más que nunca esta situación. Jaén y Linares llevan sin cruzarse desde el 15 de marzo de 2009, la última temporada hasta nuestros días del conjunto azulillo en Segunda División B.
Hay ganas, tantas que a algún desorientado se le ha ocurrido empezar a calentar el derbi realizando pintadas sobre uno de los símbolos de la ciudad de Linares, el Minero. Un lugar fetiche para los linarenses y que recientemente vio como los suyos celebraban el ansiado ascenso este pasado verano. Sacrilegio para los mineros que, lejos de aprovechar la ocasión para condenar este tipo de actos han decidido, por supuesto no en nombre del club, devolver la jugarreta pintando otro lugar sagrado para los lagartos, el Estadio de la Victoria.
Un toma y daca más propio de niños pequeños que de aficionados modelo. La rivalidad mal entendida. Destrozar mobiliario público, que pagamos todos, no parece una elección adecuada para sentirte más de tu equipo. Tener que lanzar un llamamiento para que la grada detecte y señale a un aficionado con ganas de gresca ya en sí es un fracaso. Se asimila que va a pasar, se asume que la estupidez humana es infinita.