“Siempre ha sido un misterio para mí cómo puede haber hombres que se sientan honrados con la humillación de sus semejantes.” Mahatma Gandhi.
Opinión | Pedro Expósito.- Os pongo en contexto. Leo con estupor la noticia que ayer ofrecía Diario Sur de Málaga. Se retira un equipo de alevines de la liga provincial de Sevilla tras sufrir una severa paliza del contrario. El marcador al final de un partido, de unos setenta minutos de duración, mostraba una barbarie en forma de resultado, 53-0. Una humillación que, ni el Palomares Junior – equipo goleado – ni la Federación Sevillana de Fútbol han pasado por alto.
Este ente fue el encargado de pedir a la Federación Andaluza de Fútbol que le fuera impuesta algún tipo de sanción a los entrenadores del equipo que endosó tan contundente correctivo, el Aznalcázar Atlético, al entender que esa goleada traspasa los valores de respeto que se intenta inculcar desde la Federación a los niños, de 11 años de edad, que practican el fútbol más como formación deportiva y psicológica que como una cruenta competencia.
La sanción como tal para el cuerpo técnico del Aznalcázar Atlético no llegará a producirse, más bien la Federación ha querido mandar un mensaje que sirva como tirón de orejas, una amonestación para que en próximas ocasiones se tenga en cuenta la edad de los protagonistas y se piense más en la formación como persona de los jóvenes futbolistas.
El entrenador del fútbol base no debe fijar sus miras en el resultado. A su cargo no está solo la responsabilidad de formar futbolísticamente a un grupo de chavales que recién acaban de conocer lo que es competir, su labor deber ser tan pedagógica que un monitor o entrenador de fútbol base se convierte casi en un educador. Fomentar este tipo de resultados, arengar a tus pupilos a que pasen por encima del rival, es algo que sobra en un mundo que ya ha sido pervertido ocasiones atrás por padres o tutores que buscaban su satisfacción primaria de ganar sin importar las consecuencias.
Un chaval con 11 años es como una esponja. Se empapa de todo lo que ve, de hecho no es raro ver que niños en categoría alevín ya imiten gestos, de dudosa moralidad, de sus homólogos de Primera División. Hay que acabar con estas actitudes, fomentar el fair play y condenar este tipo de atrocidades en el fútbol base. Ganaríamos todos puesto que antes de jugadores de fútbol, la mayoría de ellos nunca llegaran a serlo, un equipo de alevines tiene que ser un grupo de amigos que disfruta pegando pataditas a un balón. Mientras, se convierten en personas con unos valores, los del deportista, que estarán presentes durante el resto de sus vidas.