Opinión | Israel Josué.- Esta semana centro mi modesta opinión en esos equipos de los que es difícil de ser seguidor. Clubs como el Mureño, un equipo de reciente creación – solo cuenta con tres temporadas federadas – en una población alejada de los lujos de los campos de última generación de césped artificial que tenemos por la provincia. Con un estadio lejos de los tiempo que corren. Un campo coqueto, o de los que se suele llamar de reducidas dimensiones, de albero. Sí, de esos de los que ya no queda.
Una plantilla limitada, ya que cuenta con 16 peloteros, con la que es difícil completar convocatorias cada fin de semana y por último, si esto no fuera poco, donde a los jugadores – como es habitual en la categoría más modesta de todas las categorías federadas – no cobran nada e incluso a algunos le cuesta el dinero.
Mucho orgullo y fe. De una pasta especial está hecho este equipo que temporada tras temporada pierde con diferencia abultadas pero con dignidad. Defiende los colores de su pequeña población – no más de 600 habitantes – con el mayor de los orgullos y a pesar de ser posiblemente uno de los peores equipos a nivel autonómico e incluso nacional, el Mureño CF es un ejemplo de superación. De que si se quiere fútbol en las poblaciones más remotas de la provincia es posible. El resultado es lo de menos y el premio es desconectar durante noventa minutos de la vida diaria y dedicarse en cuerpo y alma a algo más que una entidad deportiva. Es de lo que el pueblo de Mures presume con la cabeza alta.
Lo fácil es ser de los equipos que ascienden, ganan títulos, juegan playoffs y de los grandes de cada lugar y sitio, pero yo (aficionado reconocido del CD Tenerife), al igual que mi compañero Pedro Expósito (aficionado del Málaga CF), somos de los equipos modestos del fútbol nacional. Esos que nos hacen más sufrir que nos alegran, pillar muchos berrinches más que regocijarnos de alegría. Por eso soy del Mureño esta temporada, al igual que la pasada fui del Chilluevar CF – que ya está temporada no está – y contaba con mucha similitudes con el equipo pedáneo de Alcalá la Real.
Por eso no soy chaquetero sin embargo permítanme despedirme esta semana dándole estas líneas como premio (que para mí es poco) a este equipo que para mí es un grande y que en otros lugares ya hubiera arrojado la toalla y se hubieran retirado de la competición, que es lo fácil. No obstante estos chicos se merecen un sueldo por su fe y su profesionalidad domingo tras domingo.