OPINIÓN | Pedro Expósito.- Dicen que cuando uno lo da todo no hay lugar para el reproche. No está obligado a dar más y en esas está el Real Jaén CF, más concretamente su cuerpo técnico y plantilla. Este miércoles, como el pasado domingo, demostraron que, aunque vengan mal dadas, este grupo compite y lo hace hasta el final. Si hay que caer, que sea así.
Tiene motivos la parroquia blanca para sentir orgullo. Lo que ha hecho su equipo en esta complicada semana no está al alcance de muchos. Ya no solo por la gesta de eliminar, bailando, al Talavera sino por haber mostrado la entereza necesaria para encajar tres goles desesperantes ante el Guadix y dar la cara para tratar de darle la vuelta a la tortilla. También por plantarse ayer ante todo un Ontinyent para volver a torear lejos de casa y de nuevo ante un Segunda División B. Con lo que eso implica.
Podemos, si nos ponemos sibaritas, echarle muchas cosas en cara a la directiva del Real Jaén, sobre todo si nos centramos en el plano humano de esta empresa, porque no deja de ser eso, una empresa. Podemos rebatir si éste o aquel está más o menos cualificado para ejercer éste o aquel cargo dentro del organigrama del club al que todos, de una manera o de otra, llevamos en el corazón. Sin embargo no podemos poner ningún pero a la labor de Germán Crespo en cuanto a confección de plantilla, estilo y trabajo en el ámbito meramente deportivo.
El Real Jaén tiene un estilo de juego reconocible y una fortaleza mental tremenda, motivos para creer en que el ascenso es posible. Dicen que un equipo es el reflejo de su entrenador, también que juega como entrena. Tal vez por eso con Ramón Tejada el equipo blanco era una ristra de extras de The Walking Dead que encajaban de maravilla en la acción de un capítulo horroroso para el club que terminó llamándose: ‘Descenso’. Tal vez por eso el batallón de Germán Crespo huele a vino, rosas y bronce.
Foto portada: Palabra de Fútbol